LA ELEGANCIA DEL PINGÜINO: Serie Negra (IV): La Huída.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Serie Negra (IV): La Huída.



Arnau se deslizó por la puerta, y con un rápido gesto indicó a su pupilo que le siguiese. Se dirigió hacia la derecha, dejando a su espalda la entrada a la pista central de la discoteca, y llegó a una puerta que parecía cerrada.

-Fíjate, Zaca, esto de aquí es una puerta, y con este gesto mágico -susurró mientras giraba el pomo- la abro. Y por aquí nos vamos a marchar.
-¿Es por aquí por dónde has venido? -respondió el chico mientras cruzaba la puerta y la cerraba.
-En efecto, mi querido Zacarías. No hay mafioso que se resista a tener una vía de escape oculta. En este caso una salida trasera. ¿O acaso piensas que meten la mercancía por la entrada principal?
-Ya claro. ¿Y cómo conseguiste entrar? ¿No había nadie controlándola?-preguntó mientras contemplaba las largas y poco iluminadas escaleras que bajaban ante sus ojos.
-Normalmente está Wu Ling, un portero chino que mete hostias como calderos. Un verdadero peligro para la humanidad. Pero le dejé fuera de combate.
-¿Cómo? -preguntó incrédulo Zacarías- ¿Con tu habitual diplomacia?
-¿Qué mas da?-respondió el detective- Lo importante es que no creo que nos vaya a molestar.

Bajaron las escaleras hasta llegar a una nueva puerta, ante la cual, el detective se paró, y mirando con rostro serio a Zacarías, advirtió:

-Ahí detrás -dijo señalando con el dedo la puerta- se encuentran los despachos de Helios, que están en todo momento controlados por cámaras de seguridad. Para entrar hice un cálculo infalible: si atravesamos el pasillo por el lado derecho en un intervalo no superior a 10 segundos, será imposible que capten nuestra presencia. Recuerda la primera norma de todo detective -dijo con aire digno- “Silencioso como una sombra”. El sigilo es la mejor arma de un detective.

Seguidamente abrió la puerta, y cual fue su sorpresa cuando vio como una cámara de seguridad le estaba enfocando directamente a la cara. -¡Mierda! -exclamó, a la vez que levantaba rápidamente su pistola y acribillaba a tiros la cámaras de seguridad que adornaban el pasillo.

-Sí señor, así se hace -dijo Zacarías a su maestro mientras le pasaba el brazo alrededor del hombro- “Silencioso como una sombra”, “el sigilo es la …
-Recuerda la norma número dos -le interrumpió Arnau- que a su vez, si es necesario, anula la número uno: “un buen disparo a tiempo evita muchos problemas”.
-Una lógica aplastante pero ¿te has parado a pensar que las cámaras de seguridad tienen cintas de vídeo, y que aunque te las hayas cargado, el mal ya está hecho?
-Bueno, como dice la norma número tres: “no debemos preocuparnos por algo que ya no podemos solucionar”.
-¿Esa norma te lo acabas de inventar verdad?

Y en esas estaban, discutiendo, cuando se abrió una puerta al final del pasillo y apareció un pequeño hombre, vestido de negro, sin duda atraído por el estruendo que acababa de ocasionar Arnau con sus disparos.

-¡Michelable! ¡Pagalás calo tu osadía! -le increpó el sujeto.
-¡Coño! ¡El chonorris! -gritó sorprendido Arnau.
-¿Pero no lo habías dejado fuera de combate? -le preguntó Zacarías.
-Eso creía. Le cambié su bebida por otra con laxante. Le creí fuera de juego cuando marchó corriendo agarrándose los pantalones. Estos jodidos chinos -repuso- son duros como piedras. Deben tener el estomago a prueba de bombas de tanto comer perro, rata, y esas cosas asquerosas que acostumbran…
-¡Plepálate a suflil la fulia del dlagón! -rugió el chino. Y se lanzó a por Arnau al grito de ¡Lueda de la muelte! mientras su cuerpo se acercaba haciendo imposibles movimientos giratorios más propios de una pelota que de un ser humano.

Arnau, acostumbrado a la lucha cuerpo a cuerpo, pero temeroso de las artes marciales, no dudó en empuñar el arma y disparar a la peonza humana que se le acercaba a velocidad de vértigo. Sin embargo, ante su estupor y el de su pupilo, el chino se frenó en seco, se dobló hacia atrás en una postura imposible, y esquivó una a una las balas como si estuviese bailando el limbo.

-¡Joder! ¡Es como el puto tío de Matrix! -gritó estupefacto Zacarías.
-Pues yo nunca he entendido de ordenadores. Siempre he sido de los del Ctrl+Alt+Supr -dijo Arnau mientras aprovechaba la incómoda postura del chino para darle una patada en la entrepierna, dejándolo KO en el suelo.
-Recuérdame que no te deje mi portátil -le respondió Zacarías, y ambos salieron corriendo por la puerta hacia el exterior.

(…)

No hay comentarios: