Pese a las típicas bromas sin gracia acerca del estudio de las humanidades, siempre me he sentido orgulloso de estudiar Historia. Podría haber estudiado otras cosas “más útiles”, pero no tengo la más mínima duda de que mi cerebro está concebido exclusivamente para el aprendizaje de una materia humanista.
Es curioso, porque hay quienes piensan que "los de letras” nos sentimos acomplejados (no sé exactamente de qué), pero nada más lejos de la realidad. Nos creemos una especie de iluminados, principalmente porque somos muy conscientes de que hemos nacido para esto. Como nos dijo el primer día clase una célebre profesora de la facultad: “en el futuro seréis fontaneros, pero tendréis una visión del mundo que nadie más tendrá”. Óle.
Reflexiono acerca de esto porque es un tema recurrente (y más en un momento como el actual, a las puertas de unas oposiciones, en el que uno mismo se intenta recordar por qué ha llegado hasta aquí), y sobre todo porque me ha hecho gracia encontrarme con un grupo-facebook que rezaba: “Es que soy de letras…¡y yo de de números y sé escribir!”. Para empezar, es evidentente que cualquier persona "de letras” sabe contar (con mayor o menor dificultad, vale), pero no está tan claro que todas las personas "de números” sepan escribir. Al menos con un nivel de coherencia superior al de un mandril. Juntar letras formando palabras no es saber escribir.
Pero bueno, que me sienta orgulloso de ser historiador no quita para que reconozca que, pese a que pueda resultar inconcebible para mis amigos, NO ME SÉ TODAS LAS RESPUESTAS AMARILLAS DEL TRIVIAL. Lo siento, soy un farsante, pero no me las sé todas. Ni siquiera muchas. De hecho existe una fuerza invisible que me aturde la razón cada vez que caigo en esas dichosas casillas y me hace quedar como un lerdo.
Otro asunto importante: ¿Por qué cuando un amigo necesita hacer una consulta "histórica", siempre pregunta sobre algo de lo que no tienes ni puta idea? Nunca pregunta sobre la Guerra Civil, la II República, la Inglaterra Victoriana o la Rusia estalinista. No. Tú amigo quiere saber qué rey godo hizo no se qué cojones que a tí no te dio la gana de estudiar. No falla. Y tu reputación otra vez por los suelos.
Y es que la vida del historiador es muy dura. Pero ¡ojo!, que la dureza nada tiene que ver con el aburrimiento. Se tiende a considerar al historiador como un friki turrante y de conversación soporífera. Pero yo me río. ¿Desde cuándo hablar sobre la feudalización europea es aburrido? ¿Es acaso tedioso divagar sobre la evolución de la semilla y los avances de la curruca en la Europa medieval? Pringaos.
Por último, y como resultado de un profundo y fidedigno estudio típico de un buen historiador, responderé a continuación a algunas de las más recurrentes preguntas que se me suelen hacer cuando alguien se entera de que he seguido los pasos de Herodoto:
-No, no existieron los dragones.
-No, es imposible que los primeros vascos domasen velociraptores. Los dinosaurios y los seres humanos nunca convivieron. Aunque por supuesto, de haber convivido, los vascos lo hubiesen conseguido. Y también Chuk Norris.
-No, la Batalla de Covadonga no fue como una batalla de El Señor de los Anillos. Tiramos unas cuantas piedras hasta que los moros se convencieron definitivamente de que eramos unos salvajes y que no merecía la pena conquistarnos.
-Sí, Cristobal Colón era un poco tonto. Se murió pensando que había llegado a la India.
-Sí, a Franco le faltaba un huevo.
-Sí, todos venimos del mono. Pero unos más que otros.
-Sí, a lo largo de la Historia hubo grandes personajes que poseyeron la legendaria "lanza del destino". Pero no, Nacho Vidal no es uno de ellos.
Ya lo dijo Denis Fustel De Coulanges: "el oficio de historiador es el más penoso de todos". Pero me gusta. Qué remedio...
4 comentarios:
Si, es dura la vida del licenciado en cosas inútiles (inútiles en principio). ¿Y de verdad te han preguntado por dragones? Noooooo
Bueno, permíteme alguna "licencia literaria", pero vamos, que cosas raras sí que me han preguntado...
Bueno Papa Pingüino, como siempre es usted magnífico. Me gustaría topármelo alguna vez en un lugar insigne, algo así como una librería, y debatir sobre cuestiones fundamentales de la vida humana o, por qué no, también de filosofía. No sé. Me lo imagino un hombre de tamaño elevado -tanto físico como intelectual-, siempre con abrigo y fumando en pipa -¡ay no, que ese es Sherlock Holmes!-. Gran compañía la suya, Papa Pingüino. Amena y muy, muy interesante.
Qué amable es usted, señor Calamar. Echaremos de menos nuestros sabados de reflexiones...snif, snif...
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